El cambio social sólo es posible con el cambio de las leyes

Rafael Linares Membrilla, abogado en Tenerife, tiene la humilde aspiración a través de este blog de crear un espacio sugestivo donde el fomento y la dignificación de la emprendeduría y del trabajo autónomo tengan un papel relevante. Al igual que la mejora de la Justicia y de todos los factores que se traducen en competitividad. No olvides dejar tus comentarios.
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domingo, 2 de septiembre de 2012

De CEO en dificultades al Hall of Fame empresarial


¿Es usted CEO? ¿Director General de una gran empresa? ¿Atraviesa la compañía que regenta por dificultades y por ende usted teme por su posición? ¿Ya no le es suficiente hacerlo algo mejor que el mercado? ¿Tiene cierta capacidad de autocrítica? Entonces permítame unas humildes sugerencias que quizá puedan ayudarle.

La España empresarial es el “mundo al revés,”. Aquí no llegan a la cúpula los mejores ni los más preparados, sino los que mejor gestionan sus relaciones personales y tienen más aguante. Cuando cambia la Dirección, no se cambia el modelo de negocio, se cambia de amigos. Es importante tener cerca personas leales, aunque no sean los más capacitados. Y si no se es amigo, por lo menos no parecer enemigo. ¿Ha ocurrido eso en su empresa? ¿Han premiado sus antecesores con ascensos a quienes no lo merecían? ¿Lo ha hecho usted mismo y ahora se da cuenta del error?

Pues bien, como suele decirse, las crisis son oportunidades, y usted tiene en su mano la posibilidad de enmendar el error. Abra la “caja de Pandora,”. Únicamente el capital humano de su empresa tiene la fórmula para sortear estos tiempos de dificultad. Y no se limite a poner un buzón de sugerencias en cada centro de trabajo para que todos los trabajadores aporten ideas. Eso está ya muy visto. Es un cartucho que se quemó a finales de los noventa y sólo conlleva mejoras anecdóticas. Se trata que los verdaderos responsables asuman con mano firme y acertada el timón de la nave.

¿Quién conforma su equipo directivo? ¿No son los adecuados? Cámbielos. ¿Han llegado arriba mozos de almacén sin ninguna formación académica ni aptitud alguna en sustitución? ¿Me sigue? Le hablo de “chusqueros pelota,”. Le comprendo si está pensando que despedirlos supone un coste imposible de asumir, ahora más que nunca. Bien, devuélvalos entonces al almacén, de donde nunca debieron salir. Me dirá ahora que cómo va a pagar un salario indecente a un mozo. Se equivoca. Lo ha estado pagando hasta ahora. Es más, lo ha hecho con un sobrecoste intangible: los beneficios que ha dejado de ganar su empresa por el hecho de ocupar un puesto decisivo y decisorio con un “dummie,”, con uno de esos muñecos creados a imitación del cuerpo humano para posteriormente ser golpeados, aplastados o destrozados en siniestros simulados tendentes a aumentar la seguridad de los vehículos.

¿Se convence? Sigamos. Ahora tenemos que buscar el zulo donde el inepto tiene escondido a buen seguro un tesoro a modo de capital humano.

Quizá usted mismo sin quererlo le haya facilitado esa labor, obsesionado con la estandarización de procesos. Aspirando a que ningún empleado resulte imprescindible y pueda ser sustituido por otro sin merma de la cuenta de resultados. Cuando todo iba bien el sacrificio de la individualidad parecía estar justificado, pero ahora… ¿no necesita soluciones creativas e innovadoras? ¿No es hora de dejar decir a nuestros mandos intermedios que ellos no están para pensar sino para actuar? ¿No es momento de dejar de autoproclamarnos como los únicos arquitectos señalándolos a ellos como vulgares albañiles?

Dependerá de su franqueza, pero finalmente no tendrá más remedio que estar de acuerdo conmigo en que el modelo empresarial español atenta contra la propia autoestima del trabajador. ¡No me diga que no le motiva cambiar este “status quo,”! Sobre todo ahora que ya ha jugado todas sus cartas sin resultado. Piénselo, ¡puede entrar en el “hall of fame,” empresarial!

Haga memoria. Cuántas personas válidas ha perdido su empresa a lo largo de los años. Profesionales que han triunfado en la competencia. ¿Renunció su director de RR.HH. ante tal constatación de su miopía? ¿Quiere seguir perdiendo valor? ¿De verdad cree que complejos programas de gestión pueden suplantar la genialidad?

¿Qué ha pensado usted siempre de aquellos tránsfugas? Seguro que los tildó de traidores. Puede que incluso le ayudara al efecto la información fragmentada y fragmentaria que le facilitasen a modo de explicación, si es que la pidió.

Todo profesional tiene derecho a un plan de carrera. A progresar y ascender en la empresa y con ello crecer personalmente. Y si esto no sucede, la explicación por parte de la empresa debe ser automática, bien para que el individuo corrija sus deficiencias, bien para que tenga la posibilidad de buscar alternativas en el mercado laboral.

¿Va a seguir cometiendo el mismo error? Sea realista. Usted como CEO, ¡no se entera de nada de lo que sucede en la organización!

Deje de recibir información filtrada y manipulada. Cree un perfil en Linkedin, y sea usted el que invite a contactar a todos aquellos usuarios dados de alta de su firma, independientemente del nivel jerárquico en que se encuentren. Si espera pasivamente a que otros quieran enlazarle, sólo osarán hacerlo sus adláteres y algún que otro "trepa,".

Acceda a sus currículums y valore usted mismo lo que hay y lo que no hay. Encontrará situaciones de hecho verdaderamente sonrojantes, como que alguien que tan sólo cuente con la EGB subyugue a todo un doctor en marketing, cuya tesis para más inri versa precisamente en el modelo de negocio de la empresa (¡!).

Se preguntará dónde ha estado usted todo este tiempo. Quizá hacia dónde dirigía la mirada.

Y le anticipo, si va a pedir explicaciones a toda la cadena de mando sobre el porqué un determinado potencial no ha sido promocionado, prepárese para las excusas más grotescas. No se conforme. Pida opinión a un consultor independiente en la materia.

Una vez que vea la punta del iceberg, podrá calcular sus dimensiones. Y resuelto a operar el cambio, ponga su empresa patas arriba. Libérese de esa guardia pretoriana que tan poco favor le hace. Devuélvalos a arar al campo y rodéese de esas personas capacitadas con las que su empresa ya cuenta, que conocen mejor que nadie el negocio y que han permanecido invisibles. Se mostrarán con usted más comprometidos que los anteriores, y a buen seguro conseguirán el incremento de beneficios suficiente para pagar su nuevo sueldo y la indemnización de su anterior jefe y/o el desproporcionado salario de éste como mozo de almacén.

Se lo digo yo, un simple abogado en cuyo humilde quehacer detecta situaciones cuya única explicación lógica y posible sería que usted no se hubiera enterado.

viernes, 10 de agosto de 2012

La insoportable levedad del CEO


Aprovechando que me encuentro de vacaciones, voy a retomar el blog con una entrada de cierto cariz filosófico, dando unos “pespuntes,” a la figura del CEO, cuyas aparentes diferencias respecto al más común de los mortales, me han llamado siempre poderosamente la atención.

CEO es el acrónimo de la expresión inglesa “Chief Executive Officer,”, y con ella se denomina al Director Ejecutivo, al máximo responsable de una gran empresa.

Bien es cierto que por cuanto se aprecia en Linkedin todo el mundo se autodenomina así, independientemente del tamaño de la firma, observándose casos incluso sonrojantes.

Y aunque suena bien y con el máximo respeto a los CEO dedicados a “sus labores,”, en la presente me referiré al ejecutivo delegado, jefe ejecutivo, presidente ejecutivo, principal oficial ejecutivo, en definitiva a la máxima autoridad de la organización empresarial.

Un colega hablándome hace poco de uno, conocido común, me adveraba que la empresa que dirigía había sido vendida finalmente a una firma de capital riesgo, por haberse demostrado aquél incapaz de remontar su negativa marcha.

Tratándose de una mercantil muy representativa, me he dispuesto a realizar una búsqueda en Google, convencido de encontrar noticias sobre la referida compraventa y sus condiciones.

Efectivamente ha sido así. La información es suficientemente amplia para satisfacer mi curiosidad.

Y navegando, navegando, he encontrado un vídeo de hace unos meses que me ha hecho sonreír. Este CEO decía que su compañía, siendo ya los bancos sus accionistas principales sin más remedio, había recibido de ellos una última inyección económica vía préstamo.

Refiriéndose a ella, decía: “la estamos utilizando para invertir en precios,”. ¡Toma ya! ¡No es que la empresa esté quebrada! No es cierto que la empresa sea incapaz de generar beneficios a los precios de sus competidores; precios que se ve obligada a mantener so pena de salir automáticamente del mercado.

Los CEO son verdaderos prestidigitadores, y rindiéndome a la evidencia he de reconocer que cuanto menos ocultan el “truco,”, menos se ve.

Otro CEO al aterrizar en una empresa y buscando estimular a la masa laboral dijo: “vamos a cambiar de modelo de negocio,”. A los pocos meses se comprobó que el modelo continuaba siendo el mismo, y que lo único que cambiaron fueron los acólitos que ocupaban los puestos claves y cercanos a él.

Esto sucede en el mundo de la empresa con mucha frecuencia. Así que no se ilusionen los recién llegados, ya que arengados pueden dar un paso en falso.

El CEO debería ser más sincero para que los curritos sepan a qué atenerse: “No vamos a cambiar el modelo de negocio, vamos a cambiar de amigos,”.

E incluso podría añadir: “… y si tú no eres amigo, por lo menos no te muestres como enemigo,”.

Esa es la segunda parte de la primera regla. Es así, en la realidad el desempeño en la gran empresa se convierte en un “vive y deja vivir,”. La capacidad y el mérito no son valores que se remuneren.

Motivo por el cual a los puestos de responsabilidad no llegan los mejores, sino los que tienen más “aguante,”. Y cuando lo hacen esperan de sus inferiores que les rindan la misma pleitesía que ellos profirieron a sus superiores.

Es curioso que como abogado nunca me ha ocupado el despido de un CEO. Tampoco a compañeros que conozca. Sí he tenido multitud de despidos de Alta Dirección, directivos de esa “segunda línea,” a quienes un cambio del Director General les coge con el “pie cambiado,”, antojándose su puesto sugerente a potenciales ocupantes más afines al nuevo mandamás. Pero de un CEO nunca he llevado una reclamación.

Entiendo que será debido a sus poderes absolutos, a su capacidad de “blindarse,”, de determinar él mismo sus condiciones laborales. De suerte que teniendo todo “atado y bien atado,”, resulta estéril tratar de evitar pagar la suculenta indemnización en caso que se prescinda de sus servicios.

Por otra parte al CEO tampoco le interesa hacer ruido pleiteando. Seguro le espera un nuevo desempeño en otra empresa de parangón, aún habiendo arruinado la anterior, o incluso un sinfín de ellas.

Los CEO se conforman por tanto como una verdadera élite. Ellos mismos se protegen unos a otros y aseguran su supervivencia. Determinan quién puede y quién no puede ingresar en su selecto club.

Es claro que sus intereses difieren incluso de los propios de los accionistas, pero eso es lo de menos. Se creen necesarios. Y nuestro sistema ha avalado esa gran mentira.

A los accionistas les darán el beneficio que estimen oportuno (cuando lo den). Siempre dejarán un cierto margen de mejora para el año siguiente, el cual garantice “per se,” su continuidad.

De otro lado, los fracasos siempre serán relativos o relativizados. Nunca serán los culpables de una marcha empresarial negativa; para eso habrá una corte de directores de departamento a los cuales culpar, quienes además habrán traicionado su confianza. Y es que el verdadero trabajo del CEO consiste precisamente en saber vender su trabajo.